Tal parece que el gobierno de la 4T, no puede o no quiere atacar al crimen organizado, el presidente AMLO, está quedando a deber a los mexicanos.
SEPTIEMBRE 14, 2021
CDMX. México lindo y querido es el segundo país del mundo donde es peligroso al punto de mortal ser defensor ambientalista. Esto según la ONG Global Witness, que ayer dio a conocer que el año pasado fueron asesinados 30 defensores de los recursos naturales. El punto más sensible son los bosques. En los últimos 10 años la tala clandestina motivó 23 asesinatos. Nueve agresiones en 2020.
Veo a un presidente falto de voluntad política para terminar con los autores intelectuales, los dueños del crimen organizado les da abrazos y no balazos.
La deforestación en los últimos años es un fenómeno asociado íntimamente a una racionalidad específica, la neoliberal. Es un problema de crimen organizado, sí, de bandas criminales, sí. Eso es precisamente el neoliberalismo, crimen organizado. Basta con dar una ojeada a la obscenidad de los gobiernos de Felipe Calderón y Peña Nieto. Desde luego los cambios climáticos globales son parte sustantiva de la configuración de la crisis climática que percibimos, pero esta es dramáticamente agravada por la acción depredadora del sistema criminal que florece en el neoliberalismo.
Global Witness apunta que los 30 ataques mortales ocurridos en México son un aumento de 67 por ciento respecto de 2019, cuando ocurrieron 18. En 2018 fueron 14 y en 2017, 15. En casi la tercera parte de los ataques la tala estuvo vinculada; la mitad de ellos se dieron en comunidades indígenas. De 69 países evaluados en investigaciones recientes sobre el acceso a la justicia en materia de derechos medioambientales, México ocupa el lugar 60.
La crisis migratoria por la que pasa la especie humana es resultado precisamente de ese sistema de explotación y racionalidad económicas donde se desdibujan las fronteras entre quienes administran los asuntos públicos, los gobiernos, y los poderes fácticos criminales. Las consecuencias ampliadas del neoliberalismo. El paisaje nacional lo cuenta todo. Los ríos son pestilentes, están destruidos por lo menos en 70 por ciento. La deforestación ha sido brutal.
Esto en cuanto a lo que se ve y se huele. Pero lo que se ve es apenas 5 por ciento de lo que está contaminado. El resto está en el subsuelo y eso no se ve. Esto es un proceso creciente desde hace casi 40 años. De ahí el imperativo de poner límites al capitalismo, abandonar las lógicas neoliberales y regresar a los modelos racionales de capitalismo que vivió el planeta durante cinco lustros después de terminada la Segunda Guerra Mundial.