(Inmigrantes latinos optan por la venta callejera para mantener a sus familias, aseguran miembros de la Asociación de Vendedores Ambulantes).
Óscar Pérez sostiene a su familia con la venta ambulante en Chicago. (Belhú Sanabria / La Raza)
Con chamarra, gorra y mascarilla se protege Óscar Pérez del frío y del covid-19 todos los días cuando sale a vender guantes, bufandas, cobertores, cubrebocas y gorras afuera de un supermercado en el barrio Back of the Yards, en el suroeste de Chicago.
Pérez dice que trabajaba como asistente de cantinero en un conocido lugar de conciertos en el noroeste de Chicago desde hace 8 años. Económicamente le iba bien, pero la pandemia del coronavirus “nos cambió la vida 360 grados a muchas personas, totalmente nos dio en la torre”.
Casi va cumplirse un año desde que perdió su trabajo como asistente de cantinero y con las restricciones a los negocios de hospitalidad y diversión, Pérez no cree que los lugares de conciertos empiecen a operar a principios de este año. Pérez decidió dedicarse al comercio ambulante desde que quedó desempleado. Por su condición migratoria, no ha sido elegible para ninguna ayuda del gobierno.
“El vender en la calle conlleva que te quite la policía de lugar, que te roben, estar a la intemperie con frío, muchas cosas que son desventajas. Pero tengo familia que mantener, hay que salir a vender, no hay de otra”, contó Pérez a La Raza.
Pérez trabaja los siete días de la semana vendiendo en la calle y sin importar las condiciones climatológicas. En todo ese tiempo ha visto a otras personas que, como él, han perdido su empleo y ahora están vendiendo desde tamales, tacos y pan hasta nopalitos y ropa. “Están buscando la manera de encontrar un ingreso porque la verdad ahora sí las facturas no paran…”.
Tim Bell, director ejecutivo de Chicago Workers’ Collaborative, dijo que el aumento del comercio ambulante en medio de la pandemia covid-19 le recuerda a la recesión económica que se vivió en 2008 en Estados Unidos: “En ese tiempo hubo mucha gente despedida y que al perder sus trabajos salió a las calles a vender”.
En los suburbios el comercio ambulante es mucho más escondido que en Chicago, menciona Bell. “La gente vende dentro de los complejos de apartamentos o en las lavanderías, ofrecen sus productos de persona en persona, discretamente, no tienen un letrero anunciando su venta porque allí [el comercio ambulante] está como prohibido con la policía, la gente no quiere exponerse con la policía en los suburbios”.
“No tienen otro remedio”.
Las personas que han decidido vender en las calles desde que inició la pandemia son en su mayoría inmigrantes latinos indocumentados, que ante la falta de empleo y de ayudas del gobierno federal por su condición migratoria buscan sostener a sus familias por medio del comercio ambulante, de acuerdo a organizadores comunitarios que abogan por los derechos de los trabajadores.
“Los inmigrantes indocumentados no son elegibles para nada, ni desempleo, ni estampillas, ni nada, porque no tienen papeles. Entonces venden en la calle, no tienen otro remedio”, señaló Bell.
Fernando Huerta, miembro de la junta directiva de la Asociación de Vendedores Ambulantes de Chicago (SVAC), dijo que ahora hay más vendedores ambulantes en Chicago y que este aumento ha venido surgiendo a partir de la pandemia del coronavirus.
Antes de la pandemia se estimaba que había 1,500 vendedores ambulantes en Chicago –en su mayoría inmigrantes mexicanos– que venden en sus carritos elotes, ensalada de frutas, tamales, aguas frescas y champurrado, entre otros antojitos. Para Huerta ese número ha aumentado a raíz de que muchas personas a causa del covid-19 han perdido su empleo y ahora se han puesto a vender comida en las calles.
“Los factores han sido porque en su mayoría las personas han perdido su empleo o les han disminuido las horas y los días de trabajo, por lo que han tenido que buscar otra opción para mantener a su familia”, destacó Huerta a La Raza.
Miembros de la Asociación que tienen su carrito ambulante y cumplen con todas las regulaciones de la Ciudad dicen que muchas personas les preguntan cómo le hicieron para vender en la calle con su carrito o a dónde deben acudir para recibir información sobre los trámites. Ellos los conectan con SVAC, que también opera una cocina comercial.
Mayte Aldrett, organizadora de Justicia Económica del Centro de Trabajadores Unidos (CTU), cuenta que muchas de las mujeres inmigrantes que asisten a su organización comunitaria le dicen que salen a vender sus productos por las tardes y los fines de semana.
“Algunas mujeres cosen para vender ropa para perritos para el invierno, otras venden galletas, postres, artesanías, gelatinas de puerta en puerta y hasta tamales y elotes en su carrito ambulante. Ahora que la gente no tiene trabajo está saliendo a vender a la calle”, dijo Aldrett.