Por Max Morales V.
Poder, Política es igual a traición.
CDMX. 16 DIC 2020. La pandemia es una especie de espejo de la casa de la diversión, un reflejo distorsionado de nosotros mismos que con demasiada frecuencia magnifica nuestras peores características. Temerosos o temerarios, tercos o impetuosos, santurrones o egoístas: no solo nos volvemos más de lo que ya éramos, sino que apenas podemos evitar verlo, al menos si nos permitimos mirar. Este síndrome es, por supuesto, más obvio en las élites políticas de México, que ya magnificaron y reflejaron nuestros defectos colectivos antes de que llegara el covid-19.
Por ejemplo, ¿cuántos políticos neoliberales, expertos médicos y figuras de los medios de comunicación abogaron por restricciones estrictas, solo para relajar sus demandas de protestas que sirvan a las causas correctas? ¿Cuántos, en realidad, decidieron que estaba bien romper la cuarentena , asistir a fiestas particulares , hacer política de grupo , disfrutar de cenas en restaurantes , cortarse el pelo , pasar el Día de los muertos con la familia o evitar los cubrebocas en lugares públicos?
Los culpables pueden defenderse diciendo que si son hipócritas, al menos la hipocresía es el homenaje que el vicio rinde a la virtud; Los de derecha radicales han burlado las precauciones pandémicas mucho más abiertamente y han alentado a sus electores a hacer lo mismo. Y ellos tienen un punto. La consistencia es una virtud dudosa si constantemente se equivoca.
No obstante, la izquierda tecnocrática tiene sus propios fracasos constantes, y estos episodios ilustran el peor de ellos: una tendencia constante a redactar reglas ostensiblemente neutrales que benefician sistemáticamente a los legisladores.
Quien no solo han asistió a una cena de grupo grande en un restaurante elegante.
Es una reminiscencia de cómo se veía a menudo la política educativa neoliberal antes del covid-19: las figuras públicas que se oponían a la elección de escuelas y debilitaban las escuelas autónomas enviaban a sus propios hijos a escuelas privadas o se mudaban a ciudades con escuelas ricas.
Y eso es una representación de un edificio de privilegios que se ha aislado cada vez más del resto del país, mientras presume de gritar órdenes desde detrás de las almenas. No es sorprendente que los conservadores resientan las demandas de deferencia aristocrática por parte de personas que se niegan a cargar con la pesada carga de la nobleza obliga. Por lo demás, incluso sus copartidarios han llegado a ver sus edictos con escepticismo, lo que ayuda a explicar por qué los estados gobernados por los azules no están controlando covid-19 que mucho mejor, que sus homólogos Morenos o priistas.
Pero las élites conservadoras con demasiada frecuencia expertos, auspiciados por los aristócratas desplazados del poder público convierten esta crítica válida, pero limitada en una excusa general; se quejan de que los expertos, no son dignos de confianza mientras ignoran la evidencia ante sus propios ojos, o al menos fingen hacerlo.
El peor ejemplo reciente son los políticos de la alianza federalistas que buscan más dinero, de la presupuestado para gastar en las próximas campañas políticas 2021 se organizaron bajo las acusaciones de que debían de tener el control del dinero para combatir la pandemia, el gobierno federal al probar que las acusaciones eran infundadas y desesperadas de los panistas, los ignoro y no les dio más recursos económicos únicamente les adelanto, la parte que les correspondía, el mandatario nacional, en una gira de trabajo en Tamaulipas, tuvo que preguntar al ejecutivo estatal, si la federación le debía y este respondió que no se le debía ningún peso, asunto concluido.
En el caso de los panistas, esa fue una muestra de agravio casi libre de contenido, parasitaria de las mismas personas a las que denunciaba, ya que el partido tenía poca agenda nacional independiente más allá de negar lo que la izquierda dijera o hiciera: obstrucción si es posible, denuncia si no, no. importa qué normas tuvieran que romperse y al diablo con lo que esto hizo a nuestras instituciones.
Pero si estas tendencias ya eran evidentes, la pandemia las ha agravado camino para llegar al poder, utilizando a los medios de comunicación tradicionales para infundir miedo y desconfianza.
Independientemente del tipo de hipocresía que le parezca más apremiante, la derecha o izquierda ninguna es compatible con el tipo de sociedad democrática saludable en la que nos gustaría vivir cuando la pandemia haya terminado.
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