El lastre que carga José Antonio Meade Kuribreña los actos de corrupción de su amigo el presidente Enrique Peña Nieto, es el factor determinante que este en tercer lugar, no tiene forma de remontar a Ricardo Anaya, menos a AMLO.
Por Max Morales Valades
Una de las grandes promesas de la Reforma Energética –impulsada por el Presidente Enrique Peña Nieto y su partido, el PRI– fue que con la apertura del mercado bajaría el precio de las gasolinas; sin embargo, a casi cinco años de su implementación y con 37 marcas que venden combustibles en el país, además de Pemex, los mexicanos pagan cada vez más por esos carburantes.
Este 2018 arrancó con un incremento significativo en el precio de las gasolinas y el diésel, y apenas la semana pasada la Premium alcanzó los 20 pesos por litro en algunas de las estaciones de la Ciudad de México y el área metropolitana.
El 80 por ciento de la gasolina que se vende en México es importada y este sexenio ha sido el que menos estaciones de servicio ha creado: apenas 738 gasolineras más.
Una de las grandes promesas de la Reforma Energética, la de que con la apertura del mercado bajaría el precio de la gasolina, está muy lejos de cumplirse. A pesar de que son ya 37 las diferentes marcas que comercializan combustibles en el país además de Pemex los nuevos jugadores representan ya el 20 por ciento del mercado mexicano- especialistas afirman que ni en el corto ni en el mediano plazo habrá competencia en precios, pues el esquema actual no lo permite.
“Muchas veces nos preguntan a las operadoras por el costo del producto, es una pregunta que estamos encantados de contestar, pero el precio no depende de nosotros. La capacidad de influencia en los precios que tiene el gasolinero sobre el precio final es mínimo y eso no lo controla ni los gasolineros ni los operadores”, afirmó Emilio Estrada, director general Network de G500, grupo que ya cuenta con más de 150 estaciones de servicio.
De acuerdo con la Secretaría de Energía (Sener) el precio de la gasolina y del diésel está determinado por el precio de referencia internacional, impuestos (Impuesto Especial sobre Producción y Servicios [IEPS] e Impuesto al Valor Agregado [IVA]), costos logísticos y margen comercial de menudeo, este margen es lo que les queda a los gasolineros para ofertar un mayor o menor precio y seguir obteniendo ganancias.
“El IEPS es parte de nuestro costo, no intervenimos para nada, es el que Hacienda impone. A nosotros no nos apoyan, somos meros instrumentos de la política fiscal, si el IEPS sube nosotros no tenemos ninguna autoridad en ello”, aseguró Estrada durante la presentación de la certificación Top Tier que fue otorgada a sus gasolinas.
Por su parte, José Luis de la Cruz Gallegos, director del Instituto para el Desarrollo Industrial y el Crecimiento Económico (IDIC), explicó que el componente fiscal sigue siendo determinante en los precios de los combustibles, los impuestos y componentes de pago a la federación y a los estados sigue determinando de manera sustantiva el precio de las gasolinas, lo cual determina que independientemente de la marca el precio sigue reflejando la necesidad que las finanzas públicas tienen de esos recursos y mientras no se modifique ese modelo difícilmente tendremos una disminución en los precios de los combustibles, advirtió.
La competencia que ha permitido la apertura comercial, hasta el momento, es la implementación de nuevos servicios por parte de los nuevos competidores, es decir, la implementación de aditivos, mejora en sus tiendas de autoservicios, entre otros, pero no en los precios.
SIN MARGEN DE MANIOBRA
Estrada explicó que el precio de la gasolina es un asunto de matemáticas, y dijo que en este momento la ganancia de los gasolineros no llega a un peso por litro, ronda entre los 92 o 93 centavos, dependiendo del producto.
Hasta la fecha absolutamente todos los participantes del mercado están obligados a comprar los combustibles que venden a Pemex, quien tiene aún el monopolio de la distribución de estos hidrocarburos a través de ductos y pipas.
“Todas las gasolinas que se venden en el centro del país de momento, y por muchos años más, pasa por la logística de Pemex, pero el 80 por ciento de las gasolinas que se venden en el país es importada”, explicó Estrada.
Por su parte, Alejandro Limón Portillo, investigador del CIEP, detalló que si bien la entrada de nuevos participantes en la distribución tendrá un efecto positivo, éste será muy leve y los precios no se moverían en más de un 15 por ciento.
“La competencia que puede hacer un gasolinero es con un margen de entre 92 y 95 centavos, según el producto, por lo que, en lo que se refiere a los precios la capacidad de competir es muy baja, se trata de céntimos, pero esto ocurre en todo el mundo”, dijo Emilio Estrada.
José Luis de la Cruz explicó que actualmente hay más marcas compitiendo en el mercado pero el número de gasolinerías es prácticamente el mismo, es decir, “el número de estaciones en donde se despacha la gasolina no ha variado, lo que implica es que la oferta de combustibles no se está incrementando y ahí no hay un incentivo para disminuir precio”, afirmó.
Si se hace un comparativo por sexenio, la actual administración ha sido la que menos estaciones de servicio ha creado, con apenas 738 gasolineras más barata.
La promesa se hizo añicos: la Premium en 20 pesos al quinto año de la Reforma Energética
Por su parte, el Instituto Mexicano de Contadores Públicos (IMCP) dijo que el Gobierno federal debe reducir los impuestos a las gasolinas para poder competir con Estados Unidos, en donde la gasolina cuesta entre cuatro y cinco pesos menos que en México.
En conferencia de prensa Mario Morales, vicepresidente fiscal del IMCP, dijo que la gasolina que se consume en México tiene los mismos componentes que la comercializada en Estados Unidos, por lo que su costo debería ser similar una vez que se reduzca o elimine la cuota del IEPS, medida que permitiría ser más competitivos y ofrecer mejores precios al igual que Estados Unidos.
Lo anterior podría representar un problema para las finanzas públicas, ya que reducir o eliminar el IEPS a gasolinas y diésel, “boquete fiscal” que tendría que cubrir con otros ingresos que quizá ahora no se tienen.